Un
caminar largo tengo
que
recorrer por terreno
irregular
hacia el viejo
hospicio
provinciano
donde
me encontraré
con
mi querido amado.
Ya
en el lugar, observo
casona
grande de piedra
revestida
de hiedra
y
ennegrecidas tejas
donde
los pájaros revolotean.
Colosos
muros agrietados
donde
surgen balconadas
y
donde parece que la estancia
en
estas es sosegada.
Rectangulares
y largos ventanales
por
donde se asoma la gente
esquivando
oxidados barrotes.
Jardines
tristes y descuidados
donde
la luz entra
y
donde parece, nadie
se
pone a la faena.
En
silencio, fuente cilíndrica
con
imagen de ángel, esperando
se
encuentra la lluvia
que
le quitará el secano.
Bancos
resquebrajados de piedra
solitarios
yacen en una loma
nada
hacendosa.
Puerta
forjada de hierro
donde
la hiedra también trepa,
es
la entrada a la estancia
donde
mi caballero se encuentra.
Tras
una mesa
de
madera tallada,
una
señora se halla
a
la espera de mi entrada.
De
arcaicos archivos esta obtiene
documentación
donde dejaré
reflejados
mis datos
antes
de indicarme el cuarto
donde
se haya mi venerado.
Pasillos
espaciosos recorro
donde
yerran desencajados rostros,
miradas
apagadas al infinito
y
algunos ropajes deslucidos.
En
la esquina de una tenue
estancia
abuhardillada
y
al lado de una ventana,
desolado
se encontraba
el
cuerpo y rostro
de
mi honorable.
Acerco
su mano a la mía,
esta
se encuentra fría,
acaricio
suave su rostro
y
apenas me mira,
entonces
me enojo,
su
mirada afligida
perdida
está en el infinito,
de
sus labios, solo un suspiro.
Más
rápido de lo que yo creía,
he
dejado de ser conocida,
de
recibir su mirada pilla,
de
reír sus chistes y aventuras,
de
caminar juntos de la mano,
se
va apagando la luz de mi vida.
Maldito
el mal que te posee
y
que ha embargado todo su ser.
Licencia de autor: 1711304970706 (c)obrasliterariasyolandaff