En la sala que un
día bautizarán
con el nombre de
“Despertador”,
hay en ella una
zona tan clara,
que hace hermoso un
gran corredor.
vamos, línea de
parafina y para-fango
hasta la llegada a
un espejo lejano
que alcanzamos sin
que haya desgarros,
pues nos lleva un
ángel de la mano.
Esta franja de la
que rebosa
luz ,es por la que
todos vamos caminando
algo inclinados,
quizás un poco por la losa
como el monje que
va meditando.
Esa losa que sin
querer nos vino,
y que suavemente
vamos desgastando
gracias al trato
delicado y fino,
que los
fisioterapeutas nos van aplicando.
Digo
fisioterapeutas y no,
pues no hay que
dejar atrás a los
auxiliares que
frenan su recorrido
aplicando en
nosotros su sexto sentido
dándonos consejos
al dar cada paso en el camino.
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