DUENDE
Ruidos provienen
del altar,
al acercarme, una
pequeña
sombra se refleja
como pintura
de carbón en la
pared de piedra.
Parecen pasos los
que suenan
revolotear cerca de
donde
el señor reposando
se encuentra.
Me acerco con
recelo,
es la casa del
señor,
rincón de rezo y
perdón.
Con dulzura, en mis
manos
se posa una verdosa
criatura
de orejas largas y
puntiagudas.
Algo me susurra al
oído,
parece querer a
gritos
palabras cantadas
de un duendecillo.
Respiro profundo,
mi corazón
late tranquilo,
escucho sabios
consejos que de
momento
guardo en silencio.
Duende que has
venido a mí,
por misión calmar
mi dolor,
velas que otros han
apagado,
tú con tus palabras
has iluminado
y mi alma
reconciliado.
En mis recuerdos
guardo
con gran agrado
el calmar de tus
palabras,
estas que ni en
sueños
me habrían
serenado.
Ya no tengo pena,
pues esta tristeza
que
llevaba y contaba a
mi alteza,
hoy, es parte
leyenda.
Despiértame cuando
sea necesario,
cuando creas que
mis sueños
cabalgan en falso,
no me dejes, no me
dejes
mi pequeño duende.
Licencia de autor: 1710204616400 (c)obrasliterariasyolandaff
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